domingo, 17 de marzo de 2013

17.19

Durante aquella época bailaban en mi suelo cientos de corchos.
Aislado por completo navegaba por océanos sellados en botellas,
mundos de cristal que vivían a la luz de una única y triste lámpara.

Tenía una colección entera de pañuelos destrozados
que intenté utilizar para taponarme el corazón
y crear una coraza mientras lo fregaba con bebida.

Sentía el sol en todos y cada uno de los amaneceres,
un rastrillo oxidado clavándose en el suelo
que no daba paz ni tregua y arañaba frenético
las raíces de mis cabellos y destrozaba mis ojos.

Cada tanto mis entrañas se columpiaban
desde dentro hacia las aguas turbulentas.

Llegó un día en que las agujas empezaron a hablarme,
a coserme los brazos, a andar por mis perfectas venas.
Compraba la calma y la seguridad, la diversión y la risa,
disfrute y deleite,
un sueño que me hubiera gustado parar.

Rasgué la garganta de mis últimos años con una botella de whisky.

sábado, 16 de marzo de 2013

Dogs II

Los perros que fisgonean en mi alma
siempre rondan la basura, lo negro.
Buscan en un cubo machacado y gris
el provenir de todos mis males:

Las risas a medio masticar
que lucharon por salir a la luz
pero quedaron presas en el costillar:
frías, inermes, atragantadas.

Los besos que no fluyeron,
no se atrevieron a viajar
sobre el silbido del río
- frenético e incandescente -
de mi mente a tu boca.

Tus olvidos metódicos
y destructivos.
Un ejercito olvidofuego
reclutado para exterminar
cada una de mis cartas
y los susurros azules
que te envié
atravesando el mar.

Tus pies
que sonreían ante mis dedos
terminarán confundiéndose
en las telas terciopeladas
de mi memoria y el tiempo
con tantos otros
que habré de amar

miércoles, 13 de marzo de 2013

Hora de defunción: 05.37


Los muertos pastan en la memoria.
                                                     M.F.


Las palabras emiten luz cuando mueren:
arden,
se pierden,
todavía tienen sentido y crepitan,
tosen y escupen sangre...
cuando aun tienen para escupirla.
Palabras enfermas
que casi carecen de significado,
ahuecadas,
podridas
y llenas de termitas.
Palabras de odio consumido,
convalecientes,
destinadas a la poda
de diccionarios y recuerdos.

Cuadros de una exposición III


Despertar con el corazón en los oídos,
gritos y risas ametrallados en el cerebro.
La calma de los sedantes
y el zumbar del aeropuerto que se duerme,
ya no despegan las ideas: las empastilladas,
las criticas, los conejos blancos o las reinas.

Cien mil relojes se paran al unísono,
aunque sigan su paso dormidos, extintos,
y suene su alarma - el silencio -
su protesta unánime, su resistencia pacifica.

Y las registradoras vuelven a bailar,
siempre abriendo la boca en éxtasis
para tragar sus capsulas de metal.

Nos bailan las oleadas,
una marea de desconocidos
que van y no vuelven
que vienen y no se quedan.

Y todo lo que dices rebota,
quizá el disco está rallado,
y despierto todos los días
con el corazón en los oídos.

Arrugas


En las arrugas de la memoria, en la niebla,
se esconden los cafeses que aun me debes.
En las esquinas, al otro lado del charquito,
tras cataratas de lagrimas de leche salada
está mi niñez y la primera piedra inocente,
esa que nunca llegué a rozar con la mano.
En los pliegues se encuentran incrustados
los inicios de lo que sería mi vida gris:
mi olvido metódico, exhaustivo y diario,
los guijarros que me ponen en el vaso,
los gritos del del loco de arriba
y las lindas, hermosas repeticiones.

09/12


Me desperté
con goteras de labios trastornados,
perlas ardientes estranguladas
y alientos de locomotora desfallecida.

Me descubrí
crujiendo los dientes bajo los párpados,
acomodando los muebles de cristal
entre temblores de mis ojos cobardes.

Me lavé las pesadillas,
me quité las plumas negras
que arañaban mi piel.

Salía el sol, ya no llovían cuervos.

Veneno de primicias


Una ligera señal de excitación en la piel de los ojos
me contaba que así debía de ser;
esa huella delataba el hecho más que probable
de haber perpetrado una de mis ilusiones,
quizá ese cosquilleo en los dientes,
ese presentimiento de que iba a sonreír
era todo el argumento necesario,
una pista contundente,
una casi-sentencia para encarcelarme.
Me levanté con aquella sensación:
había cometido un sueño.

Huestes oníricas


                                   Todo muere, las huestes oníricas ya están a las puertas.
                                                                               M.F.
Decapité la luz de la noche cerrando las persianas.
Amordacé el último pensamiento,
ese turista perdido,
que pasaba por lo que restaba de mi consciencia.

Mi cuerpo ya solo es una ciudad en la madrugada
donde se oyen muy lejos, muy lejos:
los ronquidos de un vagabundo,
en sus sueños come desganado las dos palabras
que tan alegre canta a lo largo del día;
la esquizofrenia,
los cambios de humor de los semáforos,
reyes del día, que regulan un reino 
sin súbditos por la noche;
la melodía de una botella que se rompe
y el desandar curvo hacia el hogar.

Sueño de perdón


Dolorido por un rasguño del sol sobre mi ojo
puse cara al perdón que había soñado anoche,
regateé con mi orgullo el precio del olvido
y el funeral de aquel viejo y sordo rencor.
Me agaché, besé el pedestal de la humildad,
pagué mis deudas con mis cuervos interiores,
esos mismos que me agusanaban las entrañas
y vomitaba con cada palabra negra e iracunda.
Dejé flores en el panteón del odio consumido,
sus llamas son hojarasca que piso según avanzo
con los pies descalzos y la coraza traspasada.

Verano


Queda una botella descuartizada y herida sobre la arena,
colillas de impotencia y un baldecito lleno de secretos
contados al mar, palas y agujeros de ansiedad y lágrimas.
Queda una sombrilla, recuerdos que oscurecen al mismo sol
y una toalla húmeda de tanto placer pasado, de olvidos.

Queda una botella descuartizada y herida sobre la arena
y las pisadas forman un camino diluido de cristales rojos,
deseos que se convierten en sal dentro de la inmensidad.
Las cicatrices marcan cien sendas en los pies desgastados
de ese amor que una vez fue asesino de inviernos eternos.

Suspiros


Exporto suspiros varados en verano
y recuerdos que retuercen los labios,
letras que rasgan los nefastos restos
del naufragio que me tiene aprisionado.

Exporto música que mastica y escupe
notas azules y lentas en la nocturnidad,
líneas dibujadas en manos de una mujer
de forma débil, una feroz y muda cicatriz.

Exporto dolor lejano que siento tan próximo,
una sonata para violín que vuela fragante
desde tus piernas hasta mi cama vacía.
Exporto suspiros varados en verano.

Cruz de viento


Me crucifico en el viento para que llueva música
y que me empapen canciones gritadas por la calle.
Voy arañando el aire, rasgándolo con los dedos,
abriendo las manos, rastrillando la arena invisible.
Me clavo cada gota, finos clavos, en la garganta
y le grito a la nube arisca que pasa que llore,
que me regale unas lágrimas para mis canciones,
esas notas que vocifero, ese idioma de loco lindo
que aprendí cuando salí de mi cama esta mañana.
Me crucifico en el viento, voy arañando el aire.

Plaça Catalunya


Los gorriones bailan en la plaza;
los rugidos de las máquinas,
el latido furioso de las luces,
el asfalto y la carne bullen
y marcan el ritmo
de sus más íntimos besos.
Mientras el violinista sin cielo
mira el techo pintado
de gris ciudad y amargo cinismo
y toca el suspiro más abismal
que una mujer pueda parir.
Los transitantes, burócratas del camino,
miran con la nariz hundida
las entrañas de sus ojos;
sus ojos que devoran preocupaciones
a través de una línea directa al infinito,
y no ven al anciano muerto en el suelo.
La puta olvidada de la Ciudad Vieja
sigue clamando que aun sigue
exponiéndose.

Agua turbia


Con una sonrisa escribías dolor en las paredes,
levantabas un muro de hojarasca pútrida en la ventana,
aparecían cadenas de oro, finas telarañas en los rincones,
hilos que te condenarían a una caja a las tres de la madrugada
mientras seguías elucubrando, tejiendo tus propias esposas
sin perdonarte ni olvidar que eras consciente de ello.

Y te piden los cordones que ya no tienes
porque te inspiraba terror lo que harías con ellos
o
con tu propia lengua, esa daga asesina que masticarías.

Lees versos, palabras que te prestaron;
mientras los impíos te lanzan las sobras
o
cantan que este es un mundo feroz
y marcha a ritmo de soldado-caníbal.

Te perseguiste hasta encerrarte en esta casa blanca
donde te mienten y te sobornan con agua turbia.

La escafandra


                                               "Other than my eye, two things aren't paralyzed,
                                                        my imagination and my memory."
                                                            Jean-Dominique Bauby

Estoy atrapado en las piernas que hay sobre la cama,
en un reflejo que no entiendo y me muerde los labios,
en un parpadeo que es mi ultimo contacto con el mundo,
en esta respiración que ya no es silenciosa, se agita,
un cuentagotas rojo que sangra las últimas lágrimas
sobre las venas abiertas de mis brazos:
son raíces bebiendo las postreras gotas de rocío
antes de su definitiva caída, antes de morir.

El desrecuerdo


                                                  "Setenta balcones y ninguna flor."
                                                    Baldomero Fernandez Moreno

Está diagnosticada de inocencia.
Va contando balcones
mientras recita una letanía por la calle
que visita siempre que sale
de aquella cárcel llena de viejos.
Camina y mira su vestido blanco,
deambula en una nube infinita
sin saberse ahora, sin contar
con los camiones que pasan.
En su tierna decrepitud sonríe
y su desrecuerdo pregunta por ella
el nombre de la estrella polar.

Primeros versos


Colecciono primeros versos fracasados,
flores enterradas en las alturas del mar
que palpitan en su tumba de carne celeste,
montañas flácidas, cigarrillos consumidos,
que acaban en labios perlados de vejez.
Atesoro imágenes de desperdicios, tiempo
reciclable que trago con agua, pastillas,
ábacos que no cuentan chistes o historias,
diccionarios que no suman monedas,
y un bastón para mis fantasmas lúcidos.

Dino


Ese dinosaurio, un mísero plástico,
vive cautivo, domesticado, sufre
en los puños del niño-general
que balbucea vuelos y disparos.
Arrasa la enorme ciudad de cartón
mientras los dedos le extirpan
sonidos infantiles, chillidos blancos,
suspiros sintéticos y desinflados.
Su destino llega en forma de cajón,
se reúne con los coches, el cowboy
y ladrillos de colores, muere con ellos
arrollado por la oscuridad y el olvido.

A oscuras


Hoy ha sido un día de asfixiante comodidad:
llovieron tristes cenizas de aburrimiento,
crepitaron las llamas letárgicas del insomnio.
Fue una fecha de melena cobriza deslustrada,
los desagües se llenaron de relojes sin amo,
ríos de petróleo deshuesaron los recuerdos.
Una inmunda uniformidad
se adueño de todo el paisaje,
sin arboles celestes
ni canas de hielo,
sin senos rocosos
ni arterias turbulentas,
sin muerte con labios de sal.

Suspiros llenos de polvo


Adquirí esa clase de viento que se oculta
en las curvas de las estaciones,
en los amores donde las grietas parasitan
y ocupan con cenizas de hielo los recuerdos,
en los suspiros que se apiñan dentro del polvo.

Compré un pasaporte al insomnio,
una estancia perfumada por un futuro salado
y fragancias de un colchón que no ha conocido el placer.

Me regalaste el ultimo barrote que ataría mi vida
a este barranco, estos acantilados inhóspitos
y me anclaría a algo acabado,
un trozo de madera estancada en el vacío.

Insomnio


En los labios casposos de la madrugada
las uñas viejas besan los cabellos rotos
de la calma, los parpados en naufragio,
la barba que bosteza ideas consumidas.

Hienden los oídos los primeros cantos
del agua que babea fuera de la caldera,
los puños se fruncen sobre las tazas,
sostienen las cejas con golpes de café.

La frente del cielo comienza a palpitar, se huele el sol y estas letras siguen sin dormir.

Armisticio vital


La derrota natural: la sangre no galopaba,
las luces apretaron por ultima vez sus ojos,
su pecho ya no era un tambor tenso y valiente,
su boca no tenia ese viento lucido y feroz,
su cara no era mas que crujientes hojas
en el suelo de una ciudad sin piedad.

Un armisticio vital,
dimisión de la esperanza,
huelga del sufrimiento,
detención de existencia,
reivindicación concedida
a la muerte.

Y las lagrimas, un reloj atrasado, me llegaron mucho tiempo después.

Rendición


Empecé a coleccionar terrores inútiles,
catedrales perdidas en viejas pesadillas,
olvide como se veía el mundo fuera
de este fondo abrumador y drogado,
dentro de la edulcorada esperanza.

Ubiqué las imágenes
más próximas al gusto de lo ciego,
al placer de lo nebuloso y lo seco.
La espuma agitada, turbulenta,
tomó lugar justo sobre mis ojos
teñidos de solitario marfil.

Emergieron las quimeras de la lucidez,
las campanas confabulaban junto al viento,
traían gritos y susurros de duelo:
una relevante puñalada suicida asomaba
la mirada desde mis manos, desde la hoja.

Versos tintados en café


Poeta de versos tintados en café,
turista de los asfaltos huérfanos,
tu peregrinaje está marcado por
tus amigas y su vitalidad eléctrica.

En el boulevard de La Soledad
los humos gélidos de infiernos
expiran con un último toque
de silenciosa y oscura lucidez.

Tu reloj vuelve a susurrarte
“¡Primavera menos cuarto!”,
y percibes la corona rubia,
tus compañeras mueren,
tu viaje ha tocado a su fin.

Huesos


Quedaban solo sus huesos cuando la encontraron,
había sido consumida por el fuego apasionado de su amante;
pero de las cenizas restantes nacería
                                                        un árbol con frutos prohibidos al hombre.

La simiente marrón, últimos restos,
no había sido tragada con su cuerpo
                                                        simplemente porque no era comestible,
ese nimio detalle la salvó de la barbarie.

Su querido era todo un gourmet y
                                                     seleccionaba lo mejor de la fruta disponible en el mercado.
La piel rojiza de ella se mezclaba en las muelas de él.

Quedaban solo sus huesos cuando la encontraron...
                                                                                los de la manzana.

Versosimbioticos.


La soledad queridos amigos, la soledad,
a veces se calla.
Tiene pequeños silencios, pequeñas pausas,
un cigarrillo consumiéndose en lo oscuro.

La soledad, a veces, se calla,
crea estelas y formas hermosas:
unicornios, leones, quimeras
y cosas que no sabría describir,
cosas que me atemorizan.
Formas que suben, vuelan ingrávidas
hacia el techo, hacia el cielo
de este local New York,
una ciudad que ni siquiera conozco.

Y como subieron con todo su peso
han de bajar y meterse
en nuestros pulmones,
nuestros dientes y nuestras uñas,
nuestros corazones,
y cimientan piedras negras de alquitrán,
mugre del alma.

La soledad, a veces, se calla,
y conecta a una, dos, quizá más personas,
en una simbiosis casi mística.

Humo de esperanza


Era un cigarrillo lleno de esperanza,
apuntaba al techo y lo sostenían
débilmente dos dedos finos
- alfileres de carne tierna -
de la mujer más bella del local.

Cigarrillo prudente y conservador,
se consumía poco a poco y a gusto
en la boca sincera y sin prisas
o recostado cómodamente
sobre su futuro lecho de muerte.

Liado con mano hábil y delicada,
caricia de lengua incluida
a su leve piel de papel de arroz.

Moribundo y consumiéndose,
en su última vida, poco más
que recuerdos de su infancia.

Era un cigarrillo lleno de esperanza.

Podría...


Podría haber dicho bien,
pero: viviendo para variar,
fue toda su respuesta.
Podría haber dicho bien,
pero: luchando por la sonrisa,
lo fue al día siguiente.
Podría haber dicho bien,
pero quedó callado
... y sonrió.

Réquiem por el estado de bienestar


Las monedas empezaron a derretirse,
cada día el dinero se escurría
de los arboles, en las playas,
en las cucharas, en las narices
y era deglutido por las alcantarillas.

En una parte del mundo se inyectaba:
heroína, papel pintado, opio rectal.
En otra se pasaba con terapia de choque,
síndrome de abstinencia, limpieza total.

Fueron gritos amarrados en un brazo pinchado de desilusión,
un chute de la peor droga ultra-violenta en sangre,
fue una juventud marchita y silenciada,
anestesiada con sigilosas noticias repetidas ad nauseam.

Y los culpables, lejos, muy lejos del banquillo.
Risotadas que escupen billetes de avaricia,
los dealers de nuestra secuestrada sociedad,
no señalo a nadie concreto eso está muy feo.

Un simple favor


Hacedme un favor, mataros a besos:
saltaron a la boca del oponente
en el monumento central de la plaza.
En el primer asalto ella
mordió lo mas tierno y jugoso
de la fruta que se le ofrecía.
En el segundo él introdujo
una serpiente en la ecuación.
En el tercero se mutilaron
en un abrazo mutuo.
En el cuarto ya no se sabia
quien era quien.

Una voz lejana


No me quejo, hoy empieza el optimismo.
Atrás quedan los días gastados,
suspiros prolongados y cafés amargos
asesinados en un rincón
junto con las lagrimas.
Ahora que he recortado los días insomnes,
ahora que ya no duermo eternamente
y vuelvo a coger el tren de Morfeo:

Una voz lejana, la voluntad, vuelve a llamarme.

Próxima parada...


Cuando los huesos me susurren
y empiece a desdibujar a Dios
en la neblinosa catarata de mi vejez,
cuando las certezas quepan en
un puño calmo y sin quebrantos o ira,
cuando no necesite de la palabra,
o mejor dicho, cuando la palabra
no quiera ya venir.
Será el día que esté próxima la sequía.

El Emperador de la Plaza


Se sienta en un banquito,
solo, bajo el sol de muerte
de este verano desolador.
Se sienta y mira el pasar
grácil de las yeguas
en el asfalto y el granito.
Y silba, y dice cosas:
"Trabaje usted poco y gane mucho"
o
"En la próxima todo mejor".
Se sienta y siente la brisa
tras cincuenta años de ojos
azules y barba blanca.
Se sienta y siente su mate
amargo pero con moreno.
Se sienta y no vacaciona
porque el tiempo le pasa
más cómodo cuando trabaja.
Se sienta y siente que este,
tal vez, sea su lugar.

Alma de ciudad


¡Qué tiempo más perdido y desorientado!
quizá esté atrapado irremediablemente
mendigandole a la rutina una limosna
en las mismas calles para siempre.

Quizá las prisas se motoricen y el humo
se convierta con el pasar de los años
en nubes de sueños subyugados a la oficina,
en una suave lluvia de asco y conformismo.

Quizá los titanicos rascacielos aguantarán
la bóveda celeste como un humano castigo.
Quizá la ciudad esté triste y solo le queden
suspiros de asfalto y lágrimas de neón.

Postre sangriento


La hoja depuso la venganza,
se convirtió en amor
sobre el costillar.

El filo masticado se hundió
y pintó de corazón y entraña
la bella piel y con un solo dedo
tocó el hueso mejor guardado.

El durazno yacía meridiano
sobre la mesa,
claramente cortado por la mitad.

Caballero del Cielo


¿Estás volando?
Viejo y majestuoso, ¡Oh!
    Caballero del Cielo.

Amigo de las nubes,
todos te miran, expectantes.
Las hormigas te contemplan
en su diminuto respeto
que roza el escepticismo
    y el sarcasmo.
Temiendo que puedas caer,
esperando...
    siempre esperando,
nadie sabe a que.

Que la vida continúe.

Tu nave-corcel con sus velas,
pezuñas,
    uñas,
    caballos de fuerza,
            motor,
su ilusión;
tu rocín sublime y esplendoroso
vuelva a surcar los cielos
        del subterráneo
de los mares de más allá de la vida.

Septiembre de 1812

El destrozo está hecho
esperando a que lleguen
los cascos y el hambre,
las botas y el fango,
el frío y la muerte.

La victoria ha sido derrotada
por la soledad y el fuego,
la astucia, el invierno
y los fantasmas
que aúllan en las calles.

Queda solo la retirada,
una ciudad de cenizas,
las lágrimas congeladas del águila,
el despecho de los fusiles
y una carcajada de la historia.

Retrato

Ella es sepia y esconde colores,
es blanco manchado
y guarda modernidad.
La han guardado en ámbar,
contiene la sangre
de un rugido majestuoso,
lamentos de titanes
que han muerto
intentando congelar la arena.

La primera lágrima

Reprime a los mastines de tus ojos,
no dejes escapar a los perros
que lamerán tus mejillas,
aullaran tus desgracias
y escupirán tus verdaderas entrañas.

Haz que muerdan el ladrido,
se coman la sal que guardan,
que su azul no lo vea el cielo,
y si lo consiguen, si huyen,
que sea con perlas al viento.

Ladrones de la mentira,
muestran la evidencia, tu intención,
su botín, oro líquido translúcido,
y muerdes tu labio inferior
con rabia e impotencia.

Carne de diván I

Lo vital de tu mirada de hombre soñador,
las ilusiones de tu pupila obnubilada
y las pirámides que cimentas
con el grafito de un lápiz B.
Lo penoso del aplauso al payaso,
tu arrogancia de investigador
y las sonrisas del desfalco.
Los cafés que te invitan,
volver antes de la campana mortal
y los retos que cerrarán tu boca.
Las piedras blancas en tu estómago,
los aterrizajes forzosos sobre el diván
y las líneas que emulan exorcismos.
Los diálogos entrometidos,
cantarle al perro que pasa
y no pensar que todo es una locura.

Le petit

El viaje ha sido agotador y te han mezquinado amaneceres.

Has visto:
números, ebriedad, deber,
dibujos en un papel
y gente que se adueña de estrellas.

El pájaro mecánico sigue varado,
el soldado mira al cielo,
el correo ha llegado a su destino
tras la feroz mordida
de la traición más amistosa.
Las estrellas le sonríen
con melena de acuarela dorada.

Una suerte de música trágica
se extiende en el espacio,
la pequeña roca blanca viaja
con el solitario miembro real,
su capa, su cordero, su inocencia,
y su amiga verde y espinosa.

Ciudad Eterna

La fortaleza tenía brechas, heridas, arrugas,
habían horadado la consciencia del castillo.

¡Los gritos silenciados del populacho!
Los vítores se habían extinguido
con el postrero aliento del último esclavo:
El pulgar decidió en favor de la barbarie.

Toda gloria yacía en el pasado
con los laureles marchitos,
escudos carcomidos de óxido
y osamentas de águilas.

Las piedras y los cascotes sangran historia
en las aceras tantos siglos después,
un anillo de brazos marmóreos
alza una plegaria eterna al firmamento.

La pólvora y las tormentas del tiempo
aún restallan en la coraza de aquel soldado
tan dignamente plantado en la tierra,
solo habían acertado a rasgarle la capa.

Quiso el Destino que ladrillos sonrientes sustituyesen el antiguo orgullo imperial.

El que no me tomé con Marco

Sentí muy próximo un dolor lejano,
una palabra del diccionario
que ahora no acierto a recordar.
Un vocablo cercano al olvido
pero en su acera opuesta.

Algo así como querer algo
que apenas se puede apreciar,
la tormenta de aquel verano,
el río que pasaba por mi pueblo
y se secó,
la lágrima enjugada en el pañuelo
después de tantas disputas.

Así como un mirar traspasado
por la persistencia de la memoria,
hilvanado de experiencias
que ahora están desparramadas
en la mesa del comedor,
a un lado del pan mordido,
con las penas del vino.

Un regusto entre amargo y dulce, un resabio a mate mal cebado.