sábado, 6 de julio de 2013

02.49


Era un profeta loco, un profeta que hablaba del pasado.
Vociferaba al cielo despejado para que no se aburriese,
trituraba el silencio con su letanía de sombras y fuego.
Crepitaban entre sus muelas palabras de ira y osadía.
Ahogaba los pulmones con ideas encerradas en balas
de cañón, de polvo encasquillado, indeciso, demente…

Hendía sus manos llagadas, rotas, en el mar del verbo,
cuentos de mediocridad que se perdían en el vacío…
Removía las incandescentes promesas hechas al vulgo
y masticaba por lo bajo las lágrimas que juró no verter,
las perlas húmedas, blancas: dolor lejano y frío acero
sobre las carnes de un pueblo que no quería entender.

lunes, 1 de julio de 2013

5.40



Mutilé los escasos abrazos que ella me había prodigado.
Estrangulé mis ojos hasta que la carne suicidó las lágrimas,
hasta la ceguera de la noche, hacia la oscuridad y la sangre.
Golpeé a la pared hasta dejarla seca y sin condescendencia,
hasta romperle la carcajada y dejarla sin saliva que masticar.
Destrocé las llaves del silencio para desatarlo y oír, otra vez,
sus cascos enterrar en gritos a la rabia estéril que padecía.

Corté el hilo que alimentaba lo nocturno que había en mi,
rompí las alas de los cuervos muertos que me consumían.
Esparcí las cenizas de las perlas transparentes y saladas,
las que durante tanto tiempo habían roído el suelo húmedo.
Clavé una estaca de esperanza en el corazón espinado
de aquel recuerdo, de aquella noche hace siete años.
Mis días de angustia perecieron la noche en que decidí olvidar.