martes, 7 de enero de 2014

17.04

No tengo mucho para ofrecer,
a duras penas
una vieja idea,
una imagen gris y polvorienta
que hace dos suspiros y medio
guardaba dentro de una jaula;
un reloj,
piernas largas, negras y finas,
estranguladas y moribundas
desde aquel verano de ceniza;
una bolsa llena de céntimos,
la herencia que me dejaste,
uno por cada perla al suelo,
por cada cuervo abandonado;
un chaleco de hombre muerto
que es lo que me queda
para vestir
todos los días.

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