Esperas ansiosa la aparición de mis nostalgidades,
al sacrificio al que ya estás más que acostumbrada,
estás pendiente de que te escriba el primer verso,
que te escriba palabras de solitudez y
furiosidad.
No me iré hasta que te vea escrita y sangradora,
aunque mis parpados se encuentren en la frontera,
en la línea imaginaria de ojos de ardiente desierto,
no sin verte herida en tu distorsión sentimental.
Me miras y te sabes dueña y
señora de mi sueño,
de lo que callan mis dedos por
no delatar mi dolor,
de su garganta encarcelada en
un compromiso,
y te sabes derrotada, otra
vez, provisoriamente.
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