El novio de la llama
a C.E., novio de la llama.
Ambos le debemos a la llama la inspiración,
al novio le debo el honor de hacerle justicia.
El novio de la llama
camina tranquilo hacia su exorcismo,
traspasa la neblina y la voz del sonido
y sube a hombros de sus propios gritos.
El novio de la llama
cortó con tijeras
el cordón umbilical de sollozos
que guardaba debajo del edredón,
la sombra que lo unía
a un misero gramo de dolor.
El novio de la llama
es hombre de pólvora
y predica con sus alaridos
la velocidad
de la asfixia y el vacío.
El novio de la llama,
por encima de todo,
es el fémur
del ángel de alas rojas.
Blog dedicado a la poesía de "El poeta desamparado" (también conocido como Martín Shwiff Garber)
viernes, 27 de septiembre de 2013
miércoles, 11 de septiembre de 2013
9:44
Después de tanto tiempo sigo siendo rehén.
Rehén:
del vaso con el que chocaron tus labios,
del carmín que amaba al cristal entre risa y cintura,
de la llave que abría nuestra tumba,
y del cigarrillo después de las sábanas.
Una prisión que aún acecha a la carne que se insinúa,
que me parasita la mirada, que preda mi voluntad.
Mi único delito es
seguir alargando el velatorio de este recuerdo;
te lo prometo: mañana, sin falta, es el entierro.
Rehén:
del vaso con el que chocaron tus labios,
del carmín que amaba al cristal entre risa y cintura,
de la llave que abría nuestra tumba,
y del cigarrillo después de las sábanas.
Una prisión que aún acecha a la carne que se insinúa,
que me parasita la mirada, que preda mi voluntad.
Mi único delito es
seguir alargando el velatorio de este recuerdo;
te lo prometo: mañana, sin falta, es el entierro.
viernes, 6 de septiembre de 2013
8:03
Debería gritarlo en tinta en clave de vino
con cuerpo
y tirando hacia el rojo bemol.
Sería bonito
ver nacer césped en mi boca,
pisarlo con los pies desatados de desnudez.
Estaría bien
hablar fuera de la tripa oscura,
los barrotes y trincheras hondas de soledad.
Me encantaría
rozar la página con dedos delicados y tiernos,
acariciar la suave piel de las palabras marchitas.
Pero no puedo,
tengo que golpear distinto:
atado a esta camisa gris,
con mano sin prisa,
de un color sutil, quizá con un jaspeado leve,
con el sabor más bien espinoso y terciopelado
de las rosas negras que crecen en el cementerio.
con cuerpo
y tirando hacia el rojo bemol.
Sería bonito
ver nacer césped en mi boca,
pisarlo con los pies desatados de desnudez.
Estaría bien
hablar fuera de la tripa oscura,
los barrotes y trincheras hondas de soledad.
Me encantaría
rozar la página con dedos delicados y tiernos,
acariciar la suave piel de las palabras marchitas.
Pero no puedo,
tengo que golpear distinto:
atado a esta camisa gris,
con mano sin prisa,
de un color sutil, quizá con un jaspeado leve,
con el sabor más bien espinoso y terciopelado
de las rosas negras que crecen en el cementerio.
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