domingo, 23 de marzo de 2014

06:28

Es un hombre poético de cotidiano.

Despierta,
desayuna las primeras locuras que encuentra: 

Piedras solubles de soledad de varios sabores,
un vasito de vidrio con lágrimas de verde letal,
una docena de migajas duras, medio derruidas, 
lo poco que queda de cordura sobre el mantel
que unta de forma lenta con la rotunda realidad.

Se ducha,
enjabona rápido los tres lugares clave de su alma.

Frota con la esperanza deslustrada de la rutina,
una leve esencia de serenidad, aroma a nostalgia  
y elimina la ligera lámina del dolor que llevaba.
Deja perfumada la piel con un poco de tranquilidad
y seca concienzudo lo húmedo de sus pensamientos.

Se viste,
coge los cuatro harapos de turno que llevará puestos:

Nadie realmente se percata de como visten los poetas. 
La barba negra de desbarajuste y rebeldía calculada,
una gorra para agarrar fuerte a las ilusiones fugitivas.
y algo que cubra contra el olvido que fustiga los rostros,
que los perfora y los arranca de la piel de la historia.

Trabaja,
sus sentimientos y pálpitos suben en ascensor con él.

Empuña una pluma llena de experiencias y quimeras
y la tinta corre, sangre en el cauce de un río turbulento.
Empuña una pluma que pare, que alumbra, que sega,
pluma que crea vientos del sur que rompen la esquina,
pluma que revienta y arranca vidas a base de puntos.  

Y vuelve,
siempre vuelve a ese lugar que le gusta llamar hogar:

Cierra los ojos, los espejos, las ventanas, los versos
con un descanso profundo, una aspiración ingrávida.
Ahoga a los relojes, las luces, extingue al cansancio
demuele todo, dinamita el lugar hasta pulverizarlo,
hasta hacerlo literalmente polvo con un punto final.

Es un hombre poético de cotidiano.

miércoles, 5 de marzo de 2014

3:58

Sigo escribiéndote cartas sin dirección,
sin sentido, para que no puedas leerlas.
Entre las letras torcidas se puede intuir
una lágrima herida que rasga el papel.
El lápiz únicamente sabe de espacios,
los que has dejado tras de ti, vacantes.
Estás condenada al recuerdo y la rabia,
al único y mísero poema que sé firmar.