martes, 29 de julio de 2014

18:57

Nuestra amistad ha encontrado un bonito epitafio
en las desgarradoras llamas de las últimas palabras
que nos hemos dicho en esta tarde ya anochecida
y en las dos poesías amargas que pienso dedicarle.
Mi temor no es tu fantasma, no son tus venganzas,
sino que haya de volver a herir al suelo, romperlo
con golpes lágrima, golpes sollozo, golpes de pena,
tener que enterrar en tu fosa a otros compañeros,
otros soldados, obviamente, más valientes que tú.
Nuestra amistad supo encontrar su lugar de muerte
en tu sucia sinceridad, en tus segundas intenciones,
en mi furia momentánea que fue puño y no mano,
en estas notas que te dejo para que sepas seguro
que este y no otro ha de ser tu lecho de descanso.

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