que estaba coleteando en mi bolsillo.
Era pequeño
y pensé que tal vez sería un buen sitio,
diminuto, seguro y perfecto,
un techo para mis historias huérfanas,
para todos esos versos fracasados,
mis palabras desamparadas
de mirada lluviosa y sin hogar.
Estaba arrugado
y creí ver algo entre sus pliegues,
quizá fuese esperanza bostezando,
un poco de soledad mordisqueada
o la roña del rencor que acabo de barrer.
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