sábado, 6 de julio de 2013

02.49


Era un profeta loco, un profeta que hablaba del pasado.
Vociferaba al cielo despejado para que no se aburriese,
trituraba el silencio con su letanía de sombras y fuego.
Crepitaban entre sus muelas palabras de ira y osadía.
Ahogaba los pulmones con ideas encerradas en balas
de cañón, de polvo encasquillado, indeciso, demente…

Hendía sus manos llagadas, rotas, en el mar del verbo,
cuentos de mediocridad que se perdían en el vacío…
Removía las incandescentes promesas hechas al vulgo
y masticaba por lo bajo las lágrimas que juró no verter,
las perlas húmedas, blancas: dolor lejano y frío acero
sobre las carnes de un pueblo que no quería entender.

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