domingo, 10 de noviembre de 2013

03.14

Es difícil traducir la lengua de los rayos
para los que no son jinetes de la lluvia,
para los que no están acostumbrados
a la hostilidad de un cielo salvaje y feroz
o para los que no son amantes de gotas,
adictos empedernidos al ritual nostálgico
de inyectarse charcos de venas en sangre.

Para empezar a entenderlos lo primero
será empaparse hasta vestirse de nube,
hasta que la camisa se sature de cielo
y los bolsillos de monedas de granizo.
Andar hasta arrugar al cielo de puro seco
privarlo de sus amadas amigas, las nubes,
hasta dejarlo solo, viejo, rutinario y gris.

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