Me dejé el placer de sólo sentirla,
abandoné la esperanza de la rutina,
me entregué entero a una frase
y me lo jugué todo a su inversa.
Decidí concederle el paso a ella,
la que nunca tuve, la compañía.
Renuncié al hogar del desamparo,
desmantelé, lento y con método,
la nostalgia y el llanto meticuloso,
el dolor, barro para revolcarme.
Decidí concederle el paso a ella,
la que nunca tuve, la compañía,
me dejé el placer de sólo sentirla.
Me lo jugué todo a la inversa:
La rutina de la esperanza.
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