Sus ojos están sellados y oscurecidos
por el peso
de las palabras ajadas que acarrea
en una bolsa,
verbos que no escatiman polvo,
bañados en él.
Sus ojos están sellados y
oscurecidos por el sueño,
vela su tiempo malherido que
reposa en la cama,
su dolor: pariente cercano, cómplice
de su poesía.
Sus ojos están sellados y
oscurecidos por el olor,
libros enteros que huelen a
deslustrado amarillo,
a estantería sin ojos, a
páginas sin saliva o dedos.
Sus ojos están sellados y
oscurecidos por el llanto,
el hambre, la búsqueda a tientas
del sufrimiento
fingido o real, una piedra que
duele en los labios.
Sus ojos sellados y oscuros por
el peso del sueño.
Sus ojos sellados y oscuros por
el olor del llanto.
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