Mi pequeño lunático permanece aparcado,
vive a un lado de una ventana
que lo aleja,
trinchera desde la que mira nuestro
mundo
y mis días deslustrados por sus
demencias.
Mi lunático camina calmo por
mi cuerpo
sonriente y silencioso, vestido
de años,
de tiempo del que me ha ido
despojando,
se sabe, el pequeño, vencido y
devastado.
Mi pequeño cree que me ha
desviado
o que me ha desquiciado en mi
camino,
mi lunático piensa que me
destrozaron
sus travesuras de pequeño bastardo.
Lo que mi pequeño lunático
desconoce,
lo que no sabe, es que hoy lo
despido.
Me desprendo no sin cierta
angustia,
no sin cierta ansiedad de años
sanos,
de tiempos y vientos auténticos.
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