Hace mucho tiempo que me senté
a esta mesa,
esta mesa de mantel carcomido por
la novedad,
en esta silla de patas roídas
por experiencias
tan avejentadas como los
vicios de la rutina.
Con el banquete de años que he ido masticando,
todo el tiempo que he consumido de mi vaso,
he aprendido a quitarme los restos, desechos,
pulirme los defectos con servilletas perfumadas.
Las lágrimas me han ayudado a cortar las sonrisas
que he ido saboreando junto
con otros comensales,
ellos me han embriagado con
sus hermosas huellas,
han sido, sin duda, el plato
principal o el mejor aderezo.
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