¡Qué tiempo más perdido y desorientado!
quizá esté atrapado irremediablemente
mendigandole a la rutina una limosna
en las mismas calles para siempre.
Quizá las prisas se motoricen y el humo
se convierta con el pasar de los años
en nubes de sueños subyugados a la oficina,
en una suave lluvia de asco y conformismo.
Quizá los titanicos rascacielos aguantarán
la bóveda celeste como un humano castigo.
Quizá la ciudad esté triste y solo le queden
suspiros de asfalto y lágrimas de neón.
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