Aquel mendrugo había llegado lejos,
había reclamado suelo molar como suyo.
La muela por pereza más que por desvalida
rindió armas sin prestar resistencia,
fue conquistada en una guerra relámpago.
La interrupción del cachivache giratorio
en aquella cueva somnolienta
fue largo tiempo esperada
por los molienses, ciudadanos
bajo el yugo del pan tirano.
El peso de la esclavitud
se había cobrado lo mejor de la ciudad.
Ahora solo era una imitación
de recuerdo,
un parche en la memoria dental.
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