La derrota natural: la sangre no galopaba,
las luces apretaron por ultima vez sus ojos,
su pecho ya no era un tambor tenso y valiente,
su boca no tenia ese viento lucido y feroz,
su cara no era mas que crujientes hojas
en el suelo de una ciudad sin piedad.
Un armisticio vital,
dimisión de la esperanza,
huelga del sufrimiento,
detención de existencia,
reivindicación concedida
a la muerte.
Y las lagrimas, un reloj atrasado, me llegaron mucho tiempo después.
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