Despertar con el corazón en los oídos,
gritos y risas ametrallados en el cerebro.
La calma de los sedantes
y el zumbar del aeropuerto que se duerme,
ya no despegan las ideas: las empastilladas,
las criticas, los conejos blancos o las reinas.
Cien mil relojes se paran al unísono,
aunque sigan su paso dormidos, extintos,
y suene su alarma - el silencio -
su protesta unánime, su resistencia pacifica.
Y las registradoras vuelven a bailar,
siempre abriendo la boca en éxtasis
para tragar sus capsulas de metal.
Nos bailan las oleadas,
una marea de desconocidos
que van y no vuelven
que vienen y no se quedan.
Y todo lo que dices rebota,
quizá el disco está rallado,
y despierto todos los días
con el corazón en los oídos.
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