Las monedas empezaron a derretirse,
cada día el dinero se escurría
de los arboles, en las playas,
en las cucharas, en las narices
y era deglutido por las alcantarillas.
En una parte del mundo se inyectaba:
heroína, papel pintado, opio rectal.
En otra se pasaba con terapia de choque,
síndrome de abstinencia, limpieza total.
Fueron gritos amarrados en un brazo pinchado de desilusión,
un chute de la peor droga ultra-violenta en sangre,
fue una juventud marchita y silenciada,
anestesiada con sigilosas noticias repetidas ad nauseam.
Y los culpables, lejos, muy lejos del banquillo.
Risotadas que escupen billetes de avaricia,
los dealers de nuestra secuestrada sociedad,
no señalo a nadie concreto eso está muy feo.
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