Cuando el cielo y la tierra confluyen y confunden.
M.F.
La suave piel amanzanada del capullo,
flor aun por nacer,
imagen castiza y pura, virginal,
miraba aburrida y llena de tedio
las nubes de agua que no decidían
si caer o levitar.
Burbujas acumuladas
pegadas unas a otras,
jabón salpicando
en el cielo zenital.
Espuma blanca esparcida
por todo el pellejo
azul de su amante.
Él la miraba con un ojo solitario,
cabellera rubia y despeinada,
acostado en su lecho de alturas.
Él siempre arriba con lunares
de escarcha, seminales
sobre el fondo celeste de su tez.
Ella girando aguardaba que él
se dignase a bajar un poco más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario