Quedaban solo sus huesos cuando la encontraron,
había sido consumida por el fuego apasionado de su amante;
pero de las cenizas restantes nacería
un árbol con frutos prohibidos al hombre.
La simiente marrón, últimos restos,
no había sido tragada con su cuerpo
simplemente porque no era comestible,
ese nimio detalle la salvó de la barbarie.
Su querido era todo un gourmet y
seleccionaba lo mejor de la fruta disponible en el mercado.
La piel rojiza de ella se mezclaba en las muelas de él.
Quedaban solo sus huesos cuando la encontraron...
los de la manzana.
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