Una ligera señal de excitación en la piel de los ojos
me contaba que así debía de ser;
esa huella delataba el hecho más que probable
de haber perpetrado una de mis ilusiones,
quizá ese cosquilleo en los dientes,
ese presentimiento de que iba a sonreír
era todo el argumento necesario,
una pista contundente,
una casi-sentencia para encarcelarme.
Me levanté con aquella sensación:
había cometido un sueño.
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